La Inteligencia más allá del Intelecto
Diversos
estudios de largo plazo han ido observando las vidas de los chicos que
puntuaban más alto en las pruebas intelectivas o han comparado sus niveles de
satisfacción frente a ciertos indicadores (la felicidad, el prestigio o el
éxito laboral) con respecto a los promedios. Todos ellos han puesto de relieve
que el coeficiente intelectual apenas si representa un 20% de los factores
determinantes del éxito.
El
80% restante depende de otro tipo de variables, tales como la clase social, la
suerte y, en gran medida, la inteligencia emocional. Así, la capacidad de
motivarse a sí mismo, de perseverar en un empeño a pesar de las frustraciones,
de controlar los impulsos, diferir las gratificaciones, regular los propios
estados de ánimo, controlar la angustia y empatizar y confiar en los demás
parecen ser factores mucho más determinantes para la consecución de una vida
plena que las medidas del desempeño cognitivo.
Quienes,
en cambio, gobiernan adecuadamente sus sentimientos, y saben interpretar y
relacionarse efectivamente con los sentimientos de los demás, gozan de una
situación ventajosa en todos los dominios de la vida, desde el noviazgo y las
relaciones íntimas hasta la comprensión de las reglas tácitas que determinan el
éxito en el ámbito profesional.
Si
bien es cierto que en toda persona coexisten los dos tipos de inteligencia
(cognitiva y emocional), es evidente que la inteligencia emocional aporta, con
mucha diferencia, la clase de cualidades que más nos ayudan a convertirnos en
auténticos seres humanos.
A continuación se presenta una matriz que representa la Inteligencia Emocional:
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